02 enero 2015

Un cuento de Reyes Magos

De entre todos los autores que escriben cuentos sobre los Reyes Magos hemos elegido un autor español perteneciente a la Generación del 98. José Martínez Ruíz, apodado "Azorín", era conocido en su casa como Pepe (1873-1967). Fue el primogénito de nueve hermanos, cuyo padre era un abogado y un político que llegó a ser alcalde de un pueblo.
De niño le gustaba mucho la lectura, durante ocho años vivió en un internado alejado de su madre y con un ambiente de estudio muy estricto que no le deja buenos recuerdos.
Comienza la carrera de Derecho en Valencia pero en lugar de ir a las clases se dedica a ir a tertulias de política y literatura. Los primeros textos que publica son artículos periodísticos bajo seudónimo. Publica dos ensayos sobre las teorías políticas anarquistas. Nunca llegó a finalizar la carrera universitaria.
En 1896 se incorpora en Madrid al diario El País, trabajo que perderá al año siguiente. A partir de ahí colabora con distintos medios periodísticos con artículos muy polémicos que le brindan una cierta reputación.
Con Ramiro de Maeztu y Pio Baroja crea el grupo autodenominado Grupo de los Tres.
A partir de 1902 publica una trilogía de novelas de carácter autobiográfico. A partir de 1904 empleará el seudónimo de Azorin.
A partir de 1908 su matrimonio y su cargo como diputado del Partido Conservador hace que dé un giro radical en su ideario y actuación política. Comienza a escribir en el periódico monárquico ABC con el que colaborará el resto de su vida. Comienza a escribir narraciones sobre sus viajes que luego reunirá bajo el título de Castilla.
En 1913 es rechazada su candidatura a la Academia de la Lengua, siendo admitido años después en 1924.
Los años de la Dictadura de Primo de Rivera supusieron el final de su carrera política ya que Azorín se negó a colaborar con el nuevo régimen y se dedicó al periodismo de viajes y a la redacción de ensayos sobre personajes clásicos de la literatura, como Don Juan (1922) o Doña Inés (1925). Al igual que los hermanos Machado, durante la Dictadura se dedicó a escribir obras de teatro, un género para el que había una gran demanda pero en el que no obtuvo gran éxito.
Durante la Segunda República se mantuvo alejado de la política activa y continuó colaborando con el diario ABC. El comienzo de la Guerra de 1936 le sorprende en Madrid, desde donde escapa a Francia. Al finalizar la guerra vuelve a Madrid y retoma su colaboración con el periódico ABC. Finalmente es aceptado por los franquistas y le conceden numerosas condecoraciones y premios.
Fallece en 1967, a los noventa y cuatro años de edad.
(fuente: /www.modernismo98y14.com/azorin1.html)



LO QUE LLEVA EL REY GASPAR

AZORIN
"Los tres reyes han salido de sus palacios. Los tres son viejecitos. El rey Melchor es alto, con una barba blanca, con sus ojos azules, con sus anteojos de oro. El rey Baltasar es bajo, un tantico encorvado, con un bigote largo y una perilla más larga todavía. El rey Gaspar no usa nada en la cara; va afeitado, pulcro, correcto, pero su nariz cae un poco en gancho sobre la boca, y en la comisura de sus labios hay algo como una sonrisa equívoca, inquietante, como una ironía vaga, desconsoladora. Yo os digo desde este instante, pequeños amigos míos, que no perdáis de vista a este viejecito....


Los tres reyes van caminando durante la noche por un camino largo; las estrellas brillan, serenas, rutilantes, en la bóveda negra; abajo, en la tierra, tal vez en la lejanía remota, se oye un grito perdido o se ve el resplandor incierto de una lucecita. Esta lucecita indica una ciudad. Los reyes han llegado ya a esta ciudad. Ya van a detenerse ante las casas; ya van a meter las manos en sus grandes arcaces; ya van a dejar en los balcones sus dádivas ansiadas. Pero los tres se detienen un momento antes de penetrar en la ciudad. Antes ya lo habréis oído contar-, estos reyes eran muy ricos y les ponían regalos a todos los niños de todas las casas, de todas las ciudades; pero el tiempo ha corrido mucho; las circunstancias han cambiado mucho para los reyes, y estos tres excelentes monarcas, a fuerza de prodigar sus dones, han venido a ver grandemente mermado su caudal. Quiero deciros que Gaspar, que Baltasar y que Melchor se ven todos los años en el terrible compromiso de no dejar sus recuerdos preciosos si no a tales o cuales niños que el azar les designa.


Los tres reyes se han detenido a las puertas de la ciudad. Melchor, el de la barba blanca y los ojos azules -no creáis a quien os lo pinta con la tez negra-, tiene delante de sí una gran arca, que él ha abierto para inspeccionar qué es lo que queda en ella. Baltasar, el de la perilla y el bigote -reíros de los que os lo representan de otro modo-, tiene también su arca, y en ella, con el mismo fin, ha hecho su recuento. Gaspar, pequeños amigos míos, no tiene arca, no tiene equipaje, no tiene ningún camello, ni caballo, ni asno en que llevar lo que ha de regalar a los niños, pero tiene una nariz un poco encorvada y unos labios que expresan una ironía suave, vaga, inquietadora.


Los tres reyes han hecho ya su arqueo y se disponen a entrar en la ciudad. Como van siendo ya pobres, ellos no llenan las cestas que hay en todos los balcones, si no que, según la comodidad o el capricho, dejan sus mercedes y regalos en unos -que son pocos- y pasan de largo ante otros -que son muchos-. He de deciros que, para que sean más los niños favorecidos, los tres reyes han convenido, no en donar los tres sus regalos a todos los niños elegidos, si no en que cada uno haga su donación a cada niño. Y así, de tarde en tarde, Melchor se para delante de una casa y abre su arcón; luego deja en la ventana su dádiva. Lo que este rey de la barba blanca regala se llama: Inteligencia. Al cabo de un largo rato, Baltasar se detiene ante otra casa y mete la mano en su tesoro; después pone su dádiva en la ventana. Lo que este rey del bigote y de la perilla dona tiene por nombre: Bondad.


Y solo este histórico rey Gaspar, este rey de la nariz picuda y de los labios apretados, sólo este rey pasa, y pasa, y pasa ante los balcones y no se detiene si no ante uno, o dos, o tres de cada ciudad. Y ¿qué es lo que hace entonces el rey Gaspar?. ¿Qué es lo que regala este rey?. ¿Por qué es tan sórdido, tan avaro, tan riguroso en sus regalos?. Todo el tesoro de este rey está en una diminuta caja de plata que él lleva en uno de los bolsillos de su levita -no olvidad que los reyes usan ahora levita-. Cuando Gaspar se detiene ante un balcón, allá, muy de tarde en tarde, él echa mano de su pequeña caja, la abre con cuidado y pone su donativo en el balcón. No es nada lo que ha puesto; es una cosa insignificante; es como humo que se disipa al menor viento; pero este niño favorecido con tal regalo gozará de él durante toda su vida y no se separarán de él ni la felicidad ni la alegría.


El rey Gaspar ha depositado ya su regalo. Sus ojos verdes -no os he dicho antes que eran verdes- brillan fosforescentes; su nariz parece que baja más sobre la boca, y en los labios se dibuja con más profundidad su ironía vaga. Acercaos, pequeños amigos míos; yo os quiero decir lo que el rey Gaspar lleva en su caja. Sobre la tapa, con letras diminutas, pone: Ilusiones.

  (fuente: albalearning. com)

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