21 junio 2013

Surcando la tarde dorada... Alicia en el País de las Maravillas

Surcando la tarde dorada,
nos lleva, ociosos, el agua,
pues son bracitos menudos
los que empuñan los remos
pretendiendo en vano con sus manecitas
guiar nuestro curso errante.
¡Ah! ¡Qué crueles las tres!
Sin reparar en el bálsamo de aquél día
ni en el ensueño de aquella hora
¡exigen un cuento de una voz sin aliento
que ni una pluma puede soplar!
Pero ¿qué podría voz tan débil
contra el porfiar de esas tres?
Prima, imperiosa, fulmina su edicto:
«¡que empiece el cuento!»
Secunda, con tono más amable, desea
«que no sean tonterías».
Mientras que Tertia interrumpe el cuento
no más de una vez por minuto.
Impuesto, al fin, el silencio
la imaginación las lleva
en pos de esa niña soñada
por un nuevo mundo de raras maravillas
en el que los pájaros y las bestias recobran el habla
¡y casi creen estar allí de veras!
Y cada vez que ese desgraciado intentaba,
agotada ya la fuente de su invención,
aplazar la narración hasta el siguiente día:
’El resto será para la próxima vez...’
’¡Ya es la próxima vez!’, a coro las tres.
Así fue surgiendo el País de las Maravillas
poco a poco; y una a una
el cincelado de sus extrañas peripecias...
Y ahora que el relato toca a su fin,
también el timón nos guía de vuelta al hogar;
alegre tripulación, bajo el sol que se pone.
¡Alicia! Recibe este cuento infantil
y deposítalo con mano amable
allí donde descansan los sueños de la niñez
entrelazados en mística guirnalda de la Memoria
como las flores ya marchitas
ofrenda de un peregrino
que las recogiera en una lejana tierra.
Lewis Carroll. Alicia en el País de las Maravillas

Hoy leímos fragmentos de Alicia, hoy ilustramos al tiempo que escuchábamos "Alicia en el País de las Maravillas".






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