Tenemos muchos cuentos, de todo tipo, y ahora voy a proponer la lectura de Jorge Bucay, médico argentino especializado en enfermedades mentales. Se autodefine como "ayudador profesional" ya que él procura que mediante sus conferencias y libros dar una serie de herramientas terapéuticas para que cada uno se sane a sí mismo. Considera que la recuperación de los cuentos como forma de comunicación se inscribe en un movimiento de rescate de los valores tradicionales.
Jorge Bucay en su libro Cuentos para pensar, tiene un cuento que se titula El buscador que es la lectura elegida para esta semana:
EL BUSCADOR
JORGE BUCAY
Ésta es la historia de un hombre
al que yo definiría como un buscador. Un buscador es alguien que busca. No
necesariamente es alguien que encuentra. Tampoco es alguien que sabe lo que está
buscando. Es simplemente alguien para
quien su vida es una búsqueda.
Un día, un buscador sintió que
debía ir hacia la ciudad de Kammir. Él había aprendido a hacer caso riguroso a
esas sensaciones que venían de un lugar desconocido de sí mismo, así que dejó
todo y partió.
Después de dos días de marcha por
los polvorientos caminos, divisó Kammir a lo lejos. Un poco antes de llegar al
pueblo, una colina a la derecha del sendero le llamó la atención. Estaba tapizada
de un verde maravilloso y había un montón de árboles, pájaros y flores
encantadoras. La rodeaba por completo una especie de valla pequeña de madera
lustrada… Una portezuela de bronce lo invitaba a entrar.
De pronto sintió que olvidaba el
pueblo y sucumbió ante la tentación de descansar por un momento en ese lugar.
El buscador traspasó el portal y
empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que estaban distribuidas
como al azar, entre los árboles. Dejó que sus ojos fueran los de un buscador,
quizá por eso descubrió, sobre una de las piedras, aquella inscripción: “Abedul
Tare, vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días”.
Se sobrecogió un poco al darse
cuenta de que esa roca no era simplemente una piedra. Era una lápida. Sintió
pena al pensar que un niño de tan corta edad estaba enterrado en ese lugar…
Mirando a su alrededor, el hombre
se dio cuenta de que la piedra de al lado también tenía una inscripción, se
acercó a leerla. Decía: “Llamar Kalib, vivió 5 años, 8 meses y 3 semanas”.
El buscador se sintió
terriblemente conmocionado. Este hermoso lugar era un cementerio y cada piedra
era una lápida. Todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de
vida exacto del muerto, pero lo que lo colmó de espanto fue comprobar que el
que más tiempo había vivido apenas sobrepasaba los 11 años.
Embargado por un dolor terrible,
se sentó y se puso a llorar.
El cuidador del cementerio pasaba
por ahí y se acercó. Lo vio llorar en silencio durante un rato y le preguntó si
lloraba por algún familiar.
- No, no es por ningún familiar. –
dijo el buscador - ¿Qué pasa con este pueblo?, ¿qué cosa tan terrible hay en
esta ciudad?, ¿por qué hay tantos niños muertos enterrados en este lugar?,
¿cuál es la horrible maldición que pesa sobre esta gente, que la ha obligado a
construir un cementerio de chicos?.
El anciano sonrió y dijo:
- Puede usted serenarse, no hay
tal maldición. Lo que pasa es que aquí tenemos una vieja costumbre. Le contaré:
cuando un joven cumple 15 años, sus padres le regalan una libreta, como ésta que
tengo aquí colgando de mi cuello. Y es tradición entre nosotros que, a partir
de ese momento, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abre la libreta
y anota en ella a la izquierda qué fue lo disfrutado; a la derecha, cuánto
tiempo duró ese gozo. ¿Conoció a su novia y se enamoró de ella?, ¿cuánto tiempo
duró esa pasión enorme y el placer de conocerla: una semana, dos, tres semanas
y media...?. Y después, la emoción del primer beso: ¿cuánto duró: el minuto y
medio del beso, dos días, una semana?. ¿Y el embarazo o el nacimiento del
primer hijo?, ¿y el casamiento de los amigos?, ¿y el viaje más deseado?, ¿y el
encuentro con el hermano que vuelve de un país lejano?... ¿Cuánto duró el disfrutar
de estas situaciones?… ¿horas?, ¿días?… Así vamos anotando en la libreta cada
momento. Cuando alguien se muere es nuestra costumbre abrir su libreta y sumar
el tiempo de lo disfrutado para escribirlo sobre su tumba. Porque ése es para
nosotros el único y verdadero tiempo vivido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario