COLUMNA
El libro
Lectura y libertad son
pasiones que siempre acaban por encontrarse
MANUEL VICENT
En el tronco de un haya una
pareja de enamorados ha grabado un corazón traspasado por una flecha. Inés y
Luis son sus nombres inscritos en la corteza plateada a punta de navaja. Fue
hace muchos años. El árbol era todavía joven cuando la pareja de enamorados
pasó por aquí. El tronco, ya muerto, al crecer ha ensanchado y corroído los
trazos. Un experto en botánica podría descubrir el tiempo exacto que ha pasado,
aunque en este caso no es necesario, puesto que debajo del corazón herido hay
una fecha. 23 de abril de 1968. Al pie de este árbol discurre un río apacible
cuyas aguas, como la vida, puede que se hayan llevado al mar o a la tumba la memoria
de estos amantes. Pero lo escrito, escrito está. Etimológicamente el vocablo
libro se deriva del latín liber, que significa la capa fibrosa que hay debajo
de la corteza de ciertos árboles. Plinio el Viejo cuenta que los romanos
escribían sobre estas cortezas antes de que se descubriera el papiro. Libro y
libre tienen en latín la misma raíz. Lectura y libertad son pasiones que
siempre acaban por encontrarse. El Día del Libro fue instituido en recuerdo del
aniversario de la muerte de Cervantes cuando los vientos saludables anunciaban
que la República estaba al llegar. Tampoco 1968 fue un mal año. Tal vez aquella
pareja de enamorados, Inés y Luis, hijos del Mayo francés, habían estrenado los
primeros vaqueros y habían puesto el dedo en el arcén para viajar en autostop a
París con un libro de poemas de Dylan Thomas en la mochila. O tal vez nada.
Puede que no fueran conscientes del significado del 23 de abril, pero al grabar
sobre el tronco del haya un corazón, una fecha y sus nombres habían regresado
sin saberlo al origen del libro, que radica en la corteza de los árboles, donde
los antiguos griegos y romanos escribieron los primeros pensamientos y las
primeras palabras de amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario