Jamás se quedaba
sin palabras. Su labia les parecía fantástica. No sólo le salían a borbotones
comentarios ingeniosos, sino que también sabía narrar de tal manera que los
otros se quedaban sin aliento. Farid contaba tan bien que era como estar viendo
lo que decía. En eso consistía el milagro, porque los chicos no estaban
acostumbrados a tales historias. En casa raras veces oían alguna, y si las oían
rebosaba de moralina, así que pronto se aburrían. En cambio, las palabras de
Farid eran coloridas y ligeras, y les producían cosquillas en el corazón.
Rafik
Schami El lado oscuro del amor
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